El Bambuco
Y no sólo ha dado cada corazón su contingencia de vida y
amor al himno tradicional y progresivo del bambuco, sino que cada raza, cada
variedad mestiza, cada grupo de nuestras diversas poblaciones le ha dado la
clave de su índole particular, de su genio local o de sus tradiciones. Así el
bambuco que toca, rima y canta, el llanero de nuestras pampas del Oriente, es
hermano del “galerón “; es un bambuco hiper-bólico, batallador, audaz, libre y
amplio como los vientos del desierto; es un bambuco que hace ver o recordar el
cielo sin nubes, los grandes ríos, los pajonales sin término, los bosques de
palmeras, el hato de no-villos feroces, el caballo, la silla de montar, el
sable, la lanza, la queri-da, el tigre, la lucha; el desprecio por la muerte, la
grandeza de la sole-dad y de las pasiones primitivas. El bambuco del tolimense,
el hijo de Gigante o de Ibagué, es dulce y sentimental, amoroso, galante,
negli-gente y cadencioso, como la amable y hospitalaria población de las
llanuras del Alto Magdalena; es el bambuco de la labranza del cacao y del
caney, del tabacal, del hato civilizado y de los alegres amores del San Juan y
de los Aguinaldos.
En Antioquia, su ritmo y entonación son diferentes: su ritmo
tiene no sé qué de judaico y positivo; su entonación es rápida y sacudida como
el andar del negociante; sus variaciones ricas y tentadoras como los veneros a
cuya vista se inspiran los compositores. En Bogotá y los pueblos circunvecinos,
tiene algo de civilizado y cortesano, cierto re-finamiento artístico, cierta
coquetería de entonación: menos originali-dad y más talento de composición y,
ejecución que en otras partes, que parecen hacerlo casi impropio para la
soltura y libertad del tiple y exi-gir la habilidad instrumental del tocador de
bandola. Cuando el artista bogotano deleita con sus bambucos, se echa de ver
que el cachaco ha puesto la mano en la composición; se siente en sus notas
complicadas y magistrales que han nacido en algún retrete abrigado más bien que
el rayo de la luna; se percibe algo que se aproxima al baile de gran tono más
que al fandango popular.
Fuente: El Bambuco1
José María Samper2