La ópera.

La ópera.
Éste constituye el género más característico del Barroco; en él confluyen el interés de esta época por el drama, por la música, por lo hierático, grandioso y espectacular.
Como sabemos, la ópera nació en Italia, sus primeros grandes representantes fueron Claudio Monteverdi, Francesco Cavalli (1602-76) y Alessandro Scarlatti; con este último, encontramos ya cristalizado el esquema estándar de la ópera italiana.
A mediados del siglo XVII --- y tras cierta resistencia--- , el género se aclimató en Francia; curiosamente, de la mano de un italiano, Lulli. Este signor Lulli, convertido en Jean-Baptiste Lully, llegó a ser dictador musical en la corte del Rey Sol, y dio a la ópera francesa su forma definitiva.
El sucesor de Lully al frente de la ópera francesa fue Jean-Philippe Rameau (1683-1764).
Nacido en Dijon, comenzó componiendo música de iglesia --- cantatas sobre los salmos--- y piezas para el clave (varios cuadernos de Pièces de Clavecin, de gran belleza y poder evocador). Al trasladarse a París, se dedicó de preferencia a la ópera, género en el cual obtuvo sus mayores éxitos. Aquí Rameau sigue el modelo dejado por Lully: un tratamiento de las voces apoyado enteramente en el recitativo (sólo de vez en cuando hay un “air”, que no es más que un arioso(*) de corta duración), y abundantes episodios de ballet intercalados.
Sus principales producciones son: Dardanus, Hyppolite et Aricie, Castor et Pollux, Zoroastre, Les indes galantes, etc. Quizá lo más notable en las óperas de Rameau sea su tratamiento de la orquesta, con gran colorido y armonías audaces, impensables en Italia.

(*) arioso: pasaje vocal algo más melódico que el recitativo, pero que no alcanza a ser un aria.

En el siglo XVIII la ópera italiana alcanza sus cotas más altas de expresividad en manos de dos autores alemanes: Johann Adolph Hasse (1699-1783) y G.F. Haendel ; este último representa la síntesis de las distintas tendencias presentes en la ópera italiana ---elegancia veneciana, sentimentalismo napolitano, solemnidad romana, etc.---incluyendo aún elementos franceses: obertura a la francesa (lento-rápido-lento) y episodios de ballet.
En la actualidad hemos perdido el interés por la ópera barroca en tanto que música dramática (debido a lo absurdo o rutinario de sus libretos) , y tendemos a escucharla más bien como música pura. Juzgada de esta manera, triunfa sobre la ópera de cualquier otro período ; si añadimos, en el caso de Haendel, su inteligente comprensión del drama musical, nos encontramos con el autor de óperas más importante entre Monteverdi y Mozart. (Quizá podríamos poner a estos tres autores como los tres grandes del género.)

Fuente: Raúl A. Simón Eléxpuru
2006.

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